Marruecos'17: Assilah - Fez
Día 1: Assilah - Fez
El día amanece cubierto por una espesa cortina de niebla, que junto con la llegada nocturna de la jornada anterior, da la sensación que estar inmerso en una conspiración para que no conozca como es África.
Dejamos el hotel, un hotel normal, estándar, y nos acercamos a la medina y recinto amurallado de Assilah a dar un paseo por sus callejuelas, por cierto, construida a finales del siglo XV por los portugueses.
Desconozco a que hora cerrarán, pero lo que sí es cierto, es que hasta bien entrada la mañana, la ciudad duerme plácidamente, dejando al turista un tiempo perfecto para disfrutar del escenario del casco antiguo sin apenas gente por las calles que puedan dificultar el disfrutar de la fotografía.
Según avanzamos el paseo, como es natural, observamos la estructura clásica de las poblaciones de esta cultura, como sus calles estrechas, encaladas, y contrastadas por un añil muy familiar; sus típicas portadas de arco de herradura islámico; su especial cuidado de las plantas, o sus mercadillos de souvenirs y té.
Sin embargo, paulatinamente van apareciendo más y más paredes pintadas con graffitis pinturas, algunas con bastante buen hacer.
Mientras tecleo estas líneas leo que se trata de una iniciativa local, en la que aprovechando el gran lienzo que propone la impoluta y blanca medina de Assilah, los artistas muestran su obra de una forma un tanto efímera, en lo que sería un «museo en la calle» y por un tiempo limitado, ya que solamente estará disponible durante una temporada.
Pese a ser una población de costa, en todo momento se presiente la presencia del mar, valga la rebuznancia, pero nunca se llega a ver...
hasta que salimos del interior de la ciudadela y los altos muros dejan de ser altos, y por fin podemos entrever entre la niebla algo de playa.
Al llegar a última hora a Tánger, los puestos oficiales de cambio se encontraban cerrados, por lo que aún no disponemos de Dirhams y debemos cambiar moneda. El trámite de la autovía de la noche anterior, nos lo solucionó Antonio que llevaba algunos.
Tras el paseo turístico-matutino andamos con la misión imposible de encontrar un banco abierto a estas horas, o mas bien, y es un pequeño detalle que hemos pasado por alto, en fin de semana. Los hoteles suelen tener cambio, pero pensando en el mejor precio que nos haría el banco, obviamos la posibilidad.
La papeleta nos la solucionó una casa de cambio que abría sus puertas cuando ya llevábamos dos vueltas al pueblo.
Esta será la última vez que veremos el mar hasta el regreso a Tánger el día de la vuelta.
Repostados, salimos de nuevo a la autopista para avanzar dirección Sur hasta una zona próxima a Larache, -me lama la atención este nombre porque en Ciudad Real hay una zona «industrial» con el mismo nombre- donde de una vez, y por fin, abandonamos esta vía rápida. Hasta ahora podía haber pasado por cualquier zona europea, no de las caras y prósperas, sino de las otras mas deprimidas, que también existen.
Repostados, salimos de nuevo a la autopista para avanzar dirección Sur hasta una zona próxima a Larache, -me lama la atención este nombre porque en Ciudad Real hay una zona «industrial» con el mismo nombre- donde de una vez, y por fin, abandonamos esta vía rápida. Hasta ahora podía haber pasado por cualquier zona europea, no de las caras y prósperas, sino de las otras mas deprimidas, que también existen.
Por primera vez, abordamos las carreteras de doble sentido y se puede decir que comenzamos el viaje por el Marruecos que imaginaba. Aunque también es cierto, que para nada acerté en la imaginación.
Durante el trayecto por autovía, una vez dejada atrás la niebla, lo iba advirtiendo, aunque me lo tomaba como algo anecdótico, pero a partir de aquí se hace evidente.
Durante el trayecto por autovía, una vez dejada atrás la niebla, lo iba advirtiendo, aunque me lo tomaba como algo anecdótico, pero a partir de aquí se hace evidente.
Lo más característico del paisaje hasta ahora, más que que aquí haya agua y el terreno sea fértil y cubierto de vegetación como podría ser en la península, -no todo Marruecos es desierto- son los peatones. Mucha gente que se desplaza andando por las cunetas, animales sueltos, y obras, muchas obras. Algo se está moviendo que hará que en un futuro cercano, esto sea totalmente diferente. ¿el progreso tal vez?
Llegamos a la primera población de entidad, y un pequeño caos, a mis ojos, se hace presente alrededor, talleres trabajando a pie de calle en desvencijados motores, talleres comidos de roña, de bicicletas rotas, metal oxidado, cualquier cosa que se pueda arreglar con una llave y un martillo o un punto de soldadura.
Se aprecia el descenso del poder adquisitivo. Los coches de gama alta dejan paso a los utilitarios o berlinas antiguas, y aparece en escena un «nuevo» tipo de vehículo.
Carros desvencijados tirados por un burro, o incluso algún caballo, a veces sano, aún mas veces con pinta preocupante, que hacen la función de taxis o autobuses urbanos. ¿Un burrotaxi, o burrobus?
Estos elementos se hacen más que habituales en Mechra Bel-Ksiri, donde hacemos una parada a tomar un té y a descansar básicamente.
En el mismo sitio tenemos, la terraza del bar, una barbacoa donde un operario está poniendo en orden el fuego, o al menos, hace humo con un fuelle, y la carnicería de los alrededores. Todo en uno.
Sobre la acera, un puesto ambulante de fruta, un señor vendiendo gallinas, o ambas cosas a la vez.
Todo esto, a un metro del descampado de tierra que hace las veces de estación de autobuses, o burro-buses. Estoy flipando en colores.
Antes tampoco es que hubiera muchas curvas, pero es a partir de aquí cuando rodamos, durante un tiempo suficiente para hacerse palpable, por infinitas rectas, tan infinitas como la vía del tren que nos acompaña paralela a una decena de metros a la derecha.
En un punto, los arcenes de la carretera comienzan a estar plagados de gigantescos troncos de arboles echados abajo, entiendo que para ensanchar la actual carretera. Tal vez eucaliptos centenarios. Más adelante siguen en pie y son verdaderamente grandes. Para los caminantes que utilizan esta carretera a pie o en bicicleta, y hoy que es día de mercado son muchísimos, será una verdadera putada, ya que ahora tendrán poca sombra en la que resguardarse. ¿Acabarán por no hacer el recorrido? Lo dudo.
Paramos a comer en Zegota, en un «bar» a pie de la N4, cerca de Volubilis.
El terreno hace unos kilómetros que comenzó a arrugarse y la profusión de colinas chatas, preparadas para ser sembradas de cereal hasta la cumbre, indican que aquí, si las cosechas son abundantes, se encuentra el granero del país.
Mas adelante, el centro interpretativo del yacimiento de la ciudad romana de Volubilis me confirmará que no voy perdido, al menos en época romana dado que la ciudad basó gran parte de su importancia en el comercio de grano y aceite.
La ciudad de Volubilis es casi visita obligada si pasas por aquí. Está declarada Patrimonio de la Humanidad desde 1997.
De las veinte hectáreas que se estima su extensión, apenas hay excavado la mitad.
Resumiendo, la ciudad fue fundada por los cartagineses en el siglo III a. C., vivió su esplendor durante la época romana en la que su prosperidad se basó en la producción y comercio de aceite, trigo y animales salvajes destinados a los circos.
Con este floreciente mercado, se convirtió en la principal ciudad del interior de la provincia y un importante centro administrativo.
Con la retirada romana y la sucesiva ocupación árabe, junto con las fundaciones de las vecinas Fez y Mequinez, Volubilis fue perdiendo paulatinamente poder y habitantes hasta que el terremoto de Lisboa de 1755 finiquitó lo poco de vida que quedaba allí.
Contiene infinidad de restos arqueológicos y monumentos. Como son el foro, una basílica del siglo II y el templo de Júpiter Capitolino, situados, según la costumbre romana, en lo más alto de la ciudad.
También destaca el Arco del Triunfo de Caracalla, situado sobre el decumano en el año 217.
Para mí, lo mas espléndido, mas allá de la construcciones verticales, son la cantidad de mosaicos encontrados en las viviendas y el buen estado de éstos.
De nuestra visita, en cuanto el encargado del bote pagó la entrada, me adentré, sin mirar atrás en el centro interpretativo, para unirme posteriormente al grupo que habían alquilado los servicios de un guía local que en una mezcla de italiano, francés y vetetuasaberqué nos fue guiando entre chascarrillos e historias por las principales curiosidades del yacimiento bajo un sol de justicia.
Pese a ser finales de Octubre, se hace notar la latitud y hace bastante calor, aunque quizá algo amplificado por ir con ropa de moto.
El post-Volúbilis ha sido otra historia, cambiamos los terrenos cultivables hasta donde abarca la vista por la media montaña, los olivares y las burradas en la carretera. Apenas llevo un día y ya creo haber visto todo lo imaginable y todo lo inimaginable. Gente subida en el techo de furgonetas, sino colgados en las puertas; los recurrentes perros con cara de felicidad sueltos en las cercanías del asfalto; niños jugando a pie de carretera, cuando no están extendiendo la mano para pedirte algo en medio del carril, etc, etc, etc.
Atravesamos la sierra por una carreterita de montaña que va a desembocar en una nacional a la altura del embalse de Sidi Chahed. La opulencia paisajística del lugar queda de manifiesto a la salida de una curva con la vista de las aguas del embalse pintando el reflejo de las montañas arrugadas de arcillas rojas y amarillas moldeadas por la luz del atardecer que lo envuelven.
El acceso a Fez, no resulta todo lo aparatoso que esperaba para una ciudad de casi dos millones de habitantes. Enseguida llegamos al riath, aunque en un primer momento no nos lo parezca. Nos metemos en un descampado cochambroso, lleno de mierda repleto de coches desvencijados y cubiertos de polvo, cuando no con dudosa procedencia o utilidad.
Nos miramos unos a otros pensando que aquí no puede ser donde van a pasar la noche las motos, pero nos juran y perjuran que no hay problema.
El riath, inmerso en un entramado de callejuelas estrechas, de poco más de un metro de ancho, se encuentra cerca de la medina. Aunque fuera de ella, su acceso está claramente influenciado por ésta.
Un riath es una casa, de gente con poder adquisitivo, lógicamente, reconvertida en la actualidad en un hotel o similar.
El riath, inmerso en un entramado de callejuelas estrechas, de poco más de un metro de ancho, se encuentra cerca de la medina. Aunque fuera de ella, su acceso está claramente influenciado por ésta.
Un riath es una casa, de gente con poder adquisitivo, lógicamente, reconvertida en la actualidad en un hotel o similar.
El interior del nuestro es tremendo, espectacular, palaciego. Nada comparado con lo conocido hasta ahora. -por esto recalcaba la estandaridad del hotel de Assilah, no se si te habrás percatado- Esto es un palacete árabe, pero sin inodoros de oro.
Para la tarde tenemos prevista una visita guiada por la Medina de Fez, pero como nos hemos retrasado, la visita será rápida. Apurando los últimos suspiros de luz nos adentramos en el entramado laberíntico de callejuelas que presenta la mayor zona peatonal del mundo, y desde 1981 Patrimonio de la Humanidad.
Los monumentos ya están cerrados, por lo que el paseo consiste en pasear por las calles conociendo de primera mano el submundo microclima de esta parte de la cultura musulmana.
En una breve introducción, el guía nos apunta que Fez, (una de las cuatro ciudades imperiales junto a Marrakech, Mequinez y Rabat), fue capital de Marruecos hasta 1912 cuando con el protectorado francés, esta pasó a Rabat.
Sin embargo, aún alberga el honor de ser considerada el centro cultural y religioso del país, contando, de nuevo según indicaciones del guía, con la universidad más antigua del mundo.
En una breve introducción, el guía nos apunta que Fez, (una de las cuatro ciudades imperiales junto a Marrakech, Mequinez y Rabat), fue capital de Marruecos hasta 1912 cuando con el protectorado francés, esta pasó a Rabat.
Sin embargo, aún alberga el honor de ser considerada el centro cultural y religioso del país, contando, de nuevo según indicaciones del guía, con la universidad más antigua del mundo.
En su laberíntico interior, además de perderte sin remisión, puedes quedar embelesado ante la diversidad de olores, normalmente agradables, aunque alguna sorpresa es fácil que te lleves, para recordarte lo bien que huelen los buenos olores, entiendo que será. La abrumadora variedad y sinsentido a mis ojos es la tónica general, alternando una tienda de productos típicos turísticos al lado de una carnicería, o una barbería, para de nuevo encontrarte con un puestecito de fruta al lado de una tienda de bandejas de plata o damasquinos, incluso un zapatero frente a un puesto de huevos, lo que se te ocurra que pueda albergar un hueco de metro y medio de ancho por algo más de profundo.
La visita guiada se fue convirtiendo, sutilmente al principio, en un continuo de visitas a tiendas amigas del guía. Comenzando con una demostración del funcionamiento de un telar clásico manual, para vendernos a continuación los fulares y turbantes «típicos touaregs»;
pasando a la artesanía de las famosas curtidurías marroquís de Fez, con vistas a la famosa plaza de los curtidores llena de tinas con los mas variopintos productos curtidores tales como tintas, mierda de paloma, etc. para vendernos a continuación todo producto fabricable en piel.
En ésta solo les faltó darnos una patada en el culo y el consiguiente portazo ¿nos lo llegaron a dar? Las luces si las iban apagando a nuestra salida…. por llegar fuera de hora y no comprar nada; Todo lo contrario que el amabilísimo vendedor con el típico tópico acento de película mal doblada: «amigo, porfavvvor, atención, bbarato» y que nos obsequió porfavvor las papilas olfativas con los aromas de sus ungüentos compuestos con/por aceite de argán en el que finalizamos la visita, entre rebajas y ofertas de última oportunidad, y prácticamente el día reseñable en esta crónica.
Puede continuar el viaje:
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